
Claro que, cuando uno se reúne con un grupo de amigos para la llamada calçotada, no se limita a comer las cebolletas. En esta ocasión, hemos elegido el restaurante Cal Ganxo, que ofrece un menú súper sencillo, hecho a la brasa de principio a fin, muy completo y representativo, creo, de la cocina rural catalana: calçots con la salsa romesco para empezar; a continuación, butifarras (frescas y negras) y chuletillas de cordero, guarnecidas con unas tiernas alubias blancas y unas excelentes alcachofas; y, de postre, crema catalana y naranjas. Todo, por supuesto, acompañado de vino, cava y café. No está mal.
El lugar, además, es muy curioso, porque se trata de una masía del siglo xviii, dedicada exclusivamente a este negocio, de noviembre a abril, y pare usted de contar. Ah, eso sí, quien quiera degustar los calçots en este lugar tan típico y tradicional deberá hacer la reserva con muchos meses de antelación. Nosotros ya la hemos hecho para el año que viene.
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