Este fin de semana he acabado de leer un libro que hacía tiempo rondaba por casa y que, hasta hace poco, no me he decidido a hincarle el diente. Y viene muy a cuento lo del diente, porque se trata de una obra muy recomendable para todos los interesados en la gastronomía en general y en la cocina tradicional catalana en particular: Lo que hemos comido, Barcelona, Destino, 1997.
Josep Pla no nos ofrece un recetario, sino más bien un recorrido personal, con un toque de añoranza, por los sabores y los olores de otro tiempo. En 400 páginas caben las sopas de pescado y de tomillo (esa de la que yo hice mi versión hace unos días), el cocido catalán o escudella i carn d’olla, el arroz con su sofrito elaborado muy lentamente, el genial derivado del cerdo que es la butifarra, el pollo de masía guisado con almendras, las humildes verduras siempre de temporada, los pescados a la brasa, las salsas de tanto carácter como el romesco o el ajoaceite… y mucho más; pues no se olvida Pla de la gastronomía de otros puntos de España ni tampoco de la centroeuropea o la francesa.
El ideal culinario de Pla es la simplicidad y la ligereza, las grandes amigas de la buena digestión; una cocina sin extravagancias y estacional, elaborada sin prisas y equilibrada en cuanto a los ingredientes. Por eso, a lo largo del libro no deja de repetir unas palabras de su madre, para él fundamentales: «En la cocina se ha de poner de todo… ¡Pero poco!». Solo quiero añadir que, en lo fundamental, estoy de acuerdo con su ideal culinario, aunque pueda haber muchos que discrepen; pero, claro está, en cuestiones del gusto, cada uno tiene el suyo.
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