Foto: Mica Sant |
Hace unos meses estuve escuchando, a través de la web de la Fundación Juan March, unas conferencias que Carmen Martín Gaite pronunció allí en 1992 acerca de la escritora de libros infantiles Elena Fortún, seudónimo de Encarnación Aragoneses Urquijo, y de su obra más conocida: Celia, lo que dice. Fue un auténtico placer oír la maravillosa voz de Martín Gaite al hablar de esta escritora, de su época, de su entorno y de su obra de una forma tan entusiasta, divertida, emotiva y vehemente.
Después de aquellas conferencias, la curiosidad que sentí por Elena Fortún, hoy poco conocida y menos recordada (a pesar de que Alianza Editorial lleva tiempo reeditando sus obras), fue enorme; así que me dispuse a devorar la única biografía, que yo conozca, sobre la autora, escrita por Marisol Dorao: Los mil sueños de Elena Fortún, Universidad de Cádiz, 1999. Entre toda la información que ofrece la profesora Dorao, que es mucha, lo que más me fascinó de la azarosa vida de esta mujer fue como, de ser mera esposa sin demasiada formación (pero con grandes inquietudes) de un militar aficionado al teatro, pasó a convertirse en escritora infantil de éxito a partir de los 40 años. Nunca antes había escrito ni publicado una línea. El cómo llegó a conseguirlo os recomiendo que lo leáis vosotros mismos.
Tras leer la biografía, comencé a adentrarme en las aventuras de su personaje principal, Celia. De momento solo he leído dos entregas: Celia, lo que dice, en la edición de Alianza de 2000, prologada, por cierto, por Carmen Martín Gaite, y Celia y sus amigos, en una edición de Aguilar de 1939, que compré en una librería de viejo. La verdad es que me gusta todo de estos libros: desde el apodo del hermano pequeño (Cuchifritín), hasta los nombres de las mascotas (el gato Pirracas o el perro Rabutity), algunos personajes entrañables (doña Benita o Maimón), la infinita imaginación de Celia, las aventuras y travesuras inagotables, pero sobre todo la frescura y la naturalidad del lenguaje, lleno de gracia e ingenuidad, alejado de toda ñoñería. En fin, una lectura muy recomendable para niños y también para los adultos que quieran reírse un rato con el retrato de un mundo infantil muy de verdad. Yo me lo paso bomba.
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